El pasado 12 de enero, los transeúntes del Callejón Diagon fueron testigos de un espectáculo tan espantoso como revelador: una criatura indescriptible, mezcla de dragón con características aberrantes —múltiples ojos, dientes puntiagudos y pies escamosos— apareció de manera súbita y desató un caos que muchos califican de apocalíptico.
En cuestión de minutos, el Callejón se transformó en un campo de batalla: varios compradores, habitantes, dueños de negocios e incluso miembros del Escuadrón de Control de Dragones cayeron ante la furia de la bestia. Tiendas icónicas fueron reducidas a cenizas, incluyendo Ollivanders, Madam Malkin’s Ropas para Todas las Ocasiones, Flourish and Blotts y Quality Quidditch Supplies. Los destrozos dejaron no solo pérdidas materiales incalculables, sino también un vacío simbólico: la desaparición de establecimientos que forman parte de la identidad cultural mágica.
La criatura fue finalmente contenida tras una caótica evacuación dirigida por el flamante Jefe del Departamento de Seguridad Mágica, Cassian Flint. Su “debut” ha dejado a la comunidad preguntándose si el Ministerio contrató a un estratega o a un improvisado domador de circo. El monstruo fue reducido, sí, pero no antes de dejar claro que nuestros dirigentes prefieren reaccionar tarde y mal a prever y proteger.
Las preguntas se acumulan: ¿cómo es posible que semejante monstruo llegara al corazón del comercio mágico sin que nadie lo detectara? ¿Qué clase de experimentos o negligencias se esconden tras este “accidente”? Mientras el humo todavía se levanta sobre las ruinas, el Ministerio ya habla de “acto controlado con éxito”. Tal vez en sus cómodas oficinas ministeriales el fracaso se llame éxito, pero aquí, entre cenizas y cadáveres, huele a todo menos a victoria.