En el invierno del año 2003 la desaparición de un académico de nombre Albert Wilmarth fue motivo de escándalo entre ciertos círculos de estudiosos de la Magia. Wilmarth, un folclorista especializado en leyendas y lenguas antiguas, fue un hombre muy reconocido en su gremio y con varias publicaciones hechas a lo largo de su carrera. Llegó incluso a frecuentar a los Rompemaldiciones del Ministerio como consultor, participando en diversas expediciones para recuperar valiosos textos y artefactos.
Lo último que se supo de Wilmarth fue que desapareció junto a todo el equipo que le acompañaba en una expedición. Cerca de la costa, cree recordar. Los detalles precisos se le escapan al haber pasado tanto tiempo y no ser ésta su área de especialidad. De lo que está segura es que se dice que salvo unas cuantas libretas arruinadas por la intemperie y un par de tiendas de campaña vacías, este curioso cilindro fue lo único que encontraron en el campamento, porque de Wilmarth y sus acompañantes no volvió a saberse más.
En 2003, aurores y otros tantos fueron enviados a investigar los reportes de extraña actividad de criaturas mágicas en los bosques y el lago cercanos a Maningtree. Basados en la información inicialn no había indicios de requerir nada más allá que una inspección de rutina, pero es bien sabido que la región es problemática: el pueblo muggle junto junto al bosque fue el hogar de un Sanguinario cazador de brujas por allá de los 1600s. Se estima que alrededor de 400 mujeres murieron ahogadas bajo sus veredicto, y desafortunsamente no hay un registro preciso de cuantas de ellas fueron brujas verdaderas y cuantas muggles con mala suerte. Sea como sea, la cantidad de espíritus en la región ameritan tomar con precaución las noticias de sucesos anormales provenientes de allí.
Descubrir el campamento abandonado fue un misterio envuelto en otro misterio. La evidencia que indicaba un enfrentamiento se contradecía a sí misma tras cada nueva pista descubierta, y no importó cuántos hechizos de rastreo o clarividencia se emplearon para obtener más información, todo fue inconcluso. Lo que se recuperó de aquel campamento fueron los efectos personales de Wilmarth y unos cuantos magos más, algunos apuntes que quedaron ilegibles al haberse expuesto a la lluvia y ese extraño artefacto dentro de la tienda de campaña del viejo folclorista. No es eso lo único que consigue recordar. La estrella en llamas, la marca que quedó al destruir la grabadora y la misma que se distingue en algunos de los mosaicos del cilindro, es el mismo grabado qué sus compañeros y él escubrieron en una de las rocas que rodeaban el campamento. Su superior en aquellos días cerró el caso como un ataque de acromántulas. Veinte años han pasado desde entonces. Nadie nunca protestó.